“No soy nada
apocalíptico respecto al sistema educativo actual, tal como se suele mostrar en
los medios de comunicación”
Andrés Osoro espera
sentado en el sofá del Café Paraíso de Oviedo, rodeado de libros, suave música
y olor a café recién hecho. Este profesor del IES Alfonso II de Oviedo, es
doctor en Filología Hispánica. Su tesis se basó en la publicación científico
literaria “Revista de Asturias” y destaca su trabajo en el mundo de los textos
didácticos.
Aparte
de escritos dedicados a la enseñanza, publicó en 2006 Genaro Alas, militar, ingeniero y periodista. Esta obra nació como
consecuencia de la mencionada tesis del autor ya que, animado por el Tribunal
frente al que la expuso, decidió profundizar sobre la figura de este eterno
condenado a la sombra de su canónico hermano.
La profesión del
entrevistado nos conduce irremediablemente al tema educativo, especialmente a
su visión sobre el panorama actual. En rasgos generales, Andrés Osoro se
muestra “nada apocalíptico” y dice no reconocerse en el catastrofismo que
vienen mostrando en los últimos años los medios de comunicación. Sin obviar la actual
situación de recortes y protestas, se muestra optimista. Afirma que la Educación es la consecuencia de
la sociedad de cada momento y que, durante sus 25 años como docente ha podido
observar cambios relevantes, destacando la universalidad de la misma. Acotando
el tema al caso particular de la Lengua y la Literatura, el docente atisba una
dicotomía entre ambas disciplinas. En el caso de la Lengua, destaca notables
avances en la forma de enseñar a los alumnos, pasando de un sistema centrado en
gramática u ortografía a un sistema más centrado en la competencia lingüística
de los alumnos y alumnas. Por el contrario, en el caso de las enseñanzas
literarias no encuentra grandes avances, afirma que “el temario que yo estudiaba
de joven es prácticamente el mismo que enseño a mis alumnos hoy en día”. Por
tanto, en este aspecto considera que los libros de texto se han quedado
anclados en lo tradicional. Este anclaje queda ejemplificado cuando surge el
tema de la presencia femenina en la literatura. Se reafirma en la resistencia
al cambio y al avance de los temarios y en la falta de figuras femeninas en el canon
escolar. Él mismo participó en comisiones para desarrollar nuevas propuestas y
ampliar el currículo, siendo precisamente una de las medidas propuestas la
incursión de las mujeres en el temario. Desafortunadamente, parece que, por el
momento, estas medidas se han “quedado en el papel” y no han pasado a la práctica.
Sobre la aparentemente eterna disputa entre las Ciencias y las Letras y la supremacía de una sobre la otra, opina que sería absurdo posicionarse y alimentar el debate, ya que ambas son facetas imprescindibles para este Mundo. Él mismo tiene experiencia en ambos ámbitos ya que antes de iniciar la carrera de Filología Hispánica, cursó sus años de instituto siguiendo la rama científica, matriculándose posteriormente en Economía durante 3 años. Fue durante su adolescencia y temprana madurez cuando se afianzó su gusto por la literatura de mano de autores como Márquez o Cortázar. Salpicándole de lleno el “boom latinoamericano", quedó fascinado por las nuevas formas que ofrecían estos autores.
Sobre la aparentemente eterna disputa entre las Ciencias y las Letras y la supremacía de una sobre la otra, opina que sería absurdo posicionarse y alimentar el debate, ya que ambas son facetas imprescindibles para este Mundo. Él mismo tiene experiencia en ambos ámbitos ya que antes de iniciar la carrera de Filología Hispánica, cursó sus años de instituto siguiendo la rama científica, matriculándose posteriormente en Economía durante 3 años. Fue durante su adolescencia y temprana madurez cuando se afianzó su gusto por la literatura de mano de autores como Márquez o Cortázar. Salpicándole de lleno el “boom latinoamericano", quedó fascinado por las nuevas formas que ofrecían estos autores.
También destaca
particularmente la época de las Vanguardias, considerándola “lo más interesante
que ha ocurrido en los últimos 100 años de Historia Literaria en España”. Durante
esos años, se aventuró tímidamente en el mundo de la lírica aunque, como afirma
entre risas, prefiere que esos poemas se mantengan a la sombra. A pesar de ello,
afirma que la adolescencia es una edad especialmente propicia para desarrollar
el género poético, ya que las pasiones y los sentimientos se encuentran a flor
de piel.
Retomando el tema de la enseñanza y hablando de la visión que tiene sobre
los adolescentes de hoy en día tomando como ejemplo su propia experiencia como
profesor, observa que, por lo general no atisba hábitos lectores entre los
alumnos y alumnas. A pesar de esto, apunta que en cada generación siempre hay “tres o cuatro alumnos que manifiestan verdadero
interés por la literatura y la escritura” cosa que siempre es grata.
Andrés Osoro no es de los que justifican la falta de hábitos literarios con
la llegada de Internet y de las Redes Sociales a las manos de los jóvenes.
Frente a este tema vuelve a distanciarse de las posiciones apocalípticas y considera los nuevos avances tecnológicos
como un recurso tanto de difusión de nuevos talentos, ya que facilitan publicar
textos sin pasar por la burocracia y la censura que rodean la industria
literaria, como de ayuda al cuerpo docente, poniendo al alcance de un “click”
materiales didácticos que de otro modo sería costoso de mostrar a los alumnos y
alumnas.
Por último, nos dedica una reflexión sobre el arte de escribir y de cómo enfrentarse a dicha tarea, la cual el mismo encuentra, en ocasiones, costosa. Para Andrés Osoro el proceso de creación ha de ser siempre de disfrute, “habrá momentos en los que se pase mal” pero siempre hay que recordar la premisa del disfrute.”La escritura se ha de tomar como una forma de estructurar las ideas y el pensamiento”
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